A mí, como a muchas personas, nos sucede que nuestros padres siempre tienen las mejores intenciones para nuestro futuro, por lo que siempre nos decían que lo mejor a lo que podíamos aspirar era obtener un título universitario, que nuestra mejor herramienta era el conocimiento, ya que nos permitiría tener una buena vida, pedir una hipoteca a 30 años para tener un piso en propiedad, un coche y tal vez formar una familia. Siempre desde muy pequeño, les decía que quería ser médico, y padre me dijo algo que aún recuerdo, que estaba de acuerdo y que me apoyaría siempre.
Con una condición, que recordara siempre “EL MÉDICO SE DEBE A SUS PACIENTES”
Asi que terminé mi carrera y además mi postgrado en Medicina Interna, e inicié mi actividad profesional, trabajando en urgencias en un hospital en Venezuela, siguiendo estrictamente las normas y protocolos científicos obtenidos durante mi formación.
Sin embargo, este modelo científico y basado en la evidencia, yo lo iba cumpliendo de manera consciente e inconsciente, pero tenía muchas preguntas, muchas dudas. Mi intuición me decía, por qué los pacientes con una misma enfermedad y un tratamiento médico bien sustentado científicamente, algunos mejoraban, otros no, y yo no tenía respuestas a eso.
Les cuento un anécdota, una paciente muy cercana a la familia, y otra que era mi paciente, tuvieron cáncer de mama, de las mismas características y recibieron los mismos tratamientos oncológicos ya estandarizados y se les recomendó hacer cambios en su vida personal, buena alimentación, controlar el estrés, la ansiedad, y que deberían identificar qué era lo mejor para ellas, para que comenzaran a cambiar. La historia final es que la paciente cercana a la familia, murió, el cáncer le ganó la batalla. Lo contrario sucedió con mi paciente, que sí hizo cambios en su estilo de vida y actualmente goza de buena salud. Mantiene su control y recomendaciones de su médico oncólogo.
Siempre decimos o recomendamos cambios de estilo de vida, mantener hábitos saludables, alimentación equilibrada y muchas cosas más, pero a la gran mayoría les resulta difícil cumplirlas, de manera consciente e inconsciente, ya que tienen procesos instalados en su mente inconsciente, producto de sus experiencias vividas a lo largo de su vida. Me sentí confuso, yo no tenía una explicación científica a lo sucedido y mi intuición me decía que había algo, pero no tenía la menor idea de qué era.
Entonces, en algún momento fui a un curso de formación empresarial porque unos amigos me invitaron, aunque al principio yo no estaba muy convencido de asistir, pero aun así lo hice, y allí aprendí algo muy importante, que es entender cómo es la comunicación entre los seres humanos, tanto la verbal como la no verbal, sea en una reunión de amigos o compañeros de trabajo, sea con pacientes, o con nuestra familia, y por eso entendemos mejor a unos que a otros, o nos entienden a nosotros, es decir, es la mejor herramienta en lo que se llama la relación médico-paciente.
En ese curso oí de una técnica que parecía mágica, la PNL (Programación Neuro-Lingüística) y la hipnosis clínica, lo que me motivó a participar en formaciones durante varios años, en mi pais Venezuela, con El Licenciado Pedro Henríquez, alumno de Richard Bandler y de John Grinder, quienes modelaron a personajes como Fritz Perls, Virginia Satir y Milton Erickson, que tuvieron mucho éxito en sus campos dentro de la psicología y así nació la PNL en California, Estados Unidos, en la década de los 70.
Luego vine a España, en busca de mayor evidencia científica y estudios de nivel más avanzado, así que hice una Maestría en Hipnosis Clínica en el Instituto Erickson en Madrid, que está reconocido y certificado por la Fundación Erickson.
Leí unos artículos sobre Neurociencia (nueva ciencia que estudia las funciones cerebrales, los sentimientos y las emociones) y me dije, “ahí puedo unificar mis conocimientos académicos y estas terapias me permiten mejorar la comunicación y poder abordar el acceso a la mente consciente e inconsciente de mis pacientes, para realizar cambios positivos en sus vidas, y ayudarlos a que sea más plena y más feliz.
Actualmente he aprendido que somos pensamientos y sentimientos, producto de las experiencias vividas que almacenamos en nuestro cerebro, a lo largo de nuestra vida, y nuestros cuerpos lo expresan a través de los cinco sentidos.
Respondemos diferente si nuestro pensamiento es positivo o negativo, ya sea con alegría, ansiedad, miedo, depresión, y esto forma parte de casi todas las patologías médicas.
Me di cuenta de que no hay nada que buscar allá fuera, que las respuestas que tanto anhelamos se hallan en nuestro interior y que el camino de búsqueda debe orientarse necesariamente hacia dentro.
Y que en ese caminar hacia la esencia de uno mismo hay que inevitablemente transitar las propias zonas oscuras, aquellas que desconocemos, aquellas que tanto nos aterran. Y redescubrirnos así en nuestra dimensión más vital y también más luminosa de nuestro ser, pero adquiriendo una comprensión de la globalidad de lo que somos, de nuestras polaridades, de nuestras contradicciones y también de nuestras ambivalencias y aceptar todo ello como parte del juego de vivir y de ser humano.
Ese camino de crecimiento y de autoconocimiento me llevó a obtener mayor claridad y, en coherencia con mi nueva visión de la vida y de mí mismo.
No pretendo ser ningún Gurú, ni ofrecer a nadie fórmulas mágicas y universales para hallar la felicidad, el éxito y la serenidad. Cada uno debe librar su propia lucha, caminar su propio camino y llegar a su propia verdad.
Soy médico, en definitiva, optimista. Me gusta involucrarme en el seguimiento de estas nuevas herramientas que van a ayudar a minimizar el dolor sea físico o psicológico, y contribuir a que mis pacientes sanen, crezcan y amplíen sus horizontes.
Mi lema es: “La vida son sentimientos y pensamientos, si son negativos, busco cambiarlos por positivos. Todo aquello que tu mente puede imaginar y creer, lo puedes conseguir’.
Por debemos decir “A POR ELLO“ eso sí, con trabajo, esfuerzo, perseverancia y compromiso”.