Estrés
¿En qué medida la sensación de estrés está determinada biológicamente?
La respuesta al estrés, es decir, la reacción fisiológica de lucha o huida, es universal. Se trata de una especie de modo de emergencia del organismo que debemos a la evolución biológica.
Pero la capacidad para habituarse cambia de persona a persona. La habituación consiste en acostumbrarse, en cierta medida, al estrés ajustando las expectativas. Cuando eso ocurre, vivimos una situación no deseada considerándola “normal”.
Un experimento clásico en torno a esta cuestión lo llevó a cabo el grupo de trabajo de Clemens Kirschbaum en la década de 1990.
Los investigadores sometieron a los participantes a la prueba de estrés de Trier cinco veces seguidas. Dos tercios de los voluntarios presentaron un aumento muy acusado del nivel de cortisol la primera vez, pero a partir de la segunda, ese incremento prácticamente desapareció́. Así́ pues, esas personas se habituaron.
En el tercio restante de los participantes, en cambio, el «subidón» de cortisol se mantuvo igual de elevado todas las veces que se les sometidó a la prueba. Por tanto, la habituación al estrés parece ser una respuesta de todo o nada. Es decir, unas personas se habitúan y otras no.
¿Cómo funciona esa habituación?
Al principio se creía que era una especie de freno controlado por la corteza prefrontal desde él lóbulo frontal, que mitiga la actividad del sistema del estrés. Hoy sabemos que la habíatuación al estrés se ubica en una región del cerebro denominada corteza prefrontal medial (CPM).
Dicha área coincide, en parte, con la corteza prefrontal ventromedial (CPVM), donde se codifican las llamadas representaciones de objetivos. La representación de objetivos consiste en que tengamos una expectativa sobre las situaciones que preferimos cuales nos resultan amenazadoras.
Podemos imaginárnoslo como una curva gausiana, es decir, como una distribución de probabilidad: en el centro se encuentra el ámbito optimo, lo que me viene bien; a la izquierda y a la derecha se hallan las situaciones menos aceptables. Una curva de distribución puede presentar distintas anchuras o grados de inclinación. Cuanto más ancha, mayor tolerancia.
En el laboratorio puede observarse que la anchura de esas representaciones de objetivos se codifica en la CPVM. Cuando se ensanchan mediante la habituación al estrés, la persona tolera situaciones que antes consideraba inaceptables. El hecho de que esa habituación pueda o no producirse depende, por un lado, de la predisposición individual a la habituación; por otro, del valor máximo de cortisol.
¿El estrés tiene que mantenerse por debajo de un nivel determinado para que podamos aprender de el?
Ante todo, debemos tener la experiencia de que el estrés se puede superar. Entonces, el nivel de cortisol cae enseguida. Desde luego, nuestra biografía del estrés es básicamente una sucesión de crisis: vivimos distintas formas de inseguridad y adquirimos estrategias para resolverlas. Sin esas experiencias no puede generarse la «sensación de dominio», es decir, la convicción de que podemos manejar las cargas. No obstante, la habituación no tiene por qué ser el camino ideal.
Revista de psicología y neurociencias Septiembre / octubre 2022 · No. 116 · investigacionyciencia.es