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Hoy hablamos de tiburones. ¿Por qué?

Muchas veces hemos escuchado que la gente tiene miedo a los tiburones, pero ¿cuál es el quid de la cuestión?

Los tiburones, específicamente los tiburones blancos, saltaron a la fama con la película Tiburón en el verano de 1975. Una mala fama que no es real.

Una gran cantidad de la población mundial teme a los tiburones, pero de esa gente, ¿cuántos han interactuado con uno de ellos?

Hay una posibilidad entre 3.748.067 de que te ataque y te mate un tiburón. Es más probable que mueras por el ataque de un perro, si te cae un rayo encima o en un accidente de coche. También es más probable que mueras de cáncer o por enfermedades cardiovasculares.

Pero las escasas probabilidades de que te ataque un tiburón nos son irrelevantes. Cuando oímos la palabra «tiburón», no podemos evitar pensar en «ataque».

Con la hipnosis pasa algo parecido. La mala fama deriva a partir de que se la comenzó a utilizar con fines artísticos y de espectáculo, donde se mostraba a personas realizando cosas en contra de su voluntad gracias al poder del hipnotista. Eso no es algo real.

La hipnosis genera un estado de focalización de la atención consciente con una disociación momentánea que permite acceder a habilidades inconscientes, aunque éstas sean consideradas habitualmente inaccesibles.

La hipnosis genera un estado agradable durante el cual quedan en suspenso las dudas y los temores, produce una gran relajación corporal y muscular favoreciendo un pensamiento activo y creativo a la vez que permite, como ha sido demostrado con estudios científicos, el acceso a funciones habitualmente relegadas al parasimpático o al inconsciente, tales como:

Con esto, quiero decir que no debemos tener miedo a la hipnosis, ni nos van a manipular, ni van a tomar el control de nuestra mente ni vamos a perder la consciencia en ningún momento. La hipnosis sirve para ayudar a las personas.